Bien es sabido que el tiempo que los niños pasan en movimiento es un factor decisivo a la hora de aprender. Muchos expertos hablan de la importancia del movimiento en el aprendizaje. Por ejemplo, Marta Romo, pedagoga y especialista en neurociencia, lo resume con una frase muy ilustrativa: “Al cerebro le interesa lo que cambia, no lo constante”. Y, desde luego, tener a los niños muchas horas al día sentados en la misma postura mirando a la misma pizarra, día tras día… mucho cambio no tiene.
Movimiento y dopamina
Disponer de un espacio donde los niños puedan moverse y permitir la experimentación en el aula o fuera de ella provocan la segregación de dopamina. Y como hemos visto en otros posts de este blog, la dopamina fija el aprendizaje en nuestra memoria de una forma mucho más eficaz e indeleble.
David Bueno, especialista en neurociencia y educación, afirma que “el ejercicio físico hace que las neuronas puedan establecer más fácilmente conexiones entre ellas” y propone algunas ideas interesantes, como: ¿por qué no enseñar matemáticas con manzanas que haya que llevar de una punta a otra de la clase o usar el patio del colegio para explicar física, inglés o lengua?
Mejora la predisposición del cerebro a aprender:
Además de su potencial para aportar diversión o provocar emociones, el movimiento moderado aeróbico aporta oxígeno al cerebro y promueve las conexiones neuronales ya mencionadas, lo que predispone al cerebro para aprender, logrando potenciar las capacidades cognitivas.
El movimiento también provoca la segregación de neurotransmisores y hormonas que repercuten directamente en el estado de ánimo del alumno, previniendo emociones negativas como el estrés. Y es que –no nos cansaremos nunca de repetirlo– la clave reside en generar un estado emocional positivo para lograr un aprendizaje óptimo y eficaz.
Introduciendo el movimiento en el proceso de aprendizaje, no sólo lograremos un desarrollo de los procesos de atención sino que aumentaremos un aprendizaje implícito (adquirido de forma inconsciente).
Movimiento y creatividad:
La Fundación Create afirma en su blog que “la actividad física está muy ligada a los procesos creativos”. También dice que gracias al movimiento “sus mentes (las de los niños) van adquiriendo soltura y se estimula la curiosidad. Gracias a ello, ganan vivacidad y ganas de participar y aportar a todos los niveles”.
Es cierto que es precisamente en la infancia cuando tenemos una capacidad más flexible de aprender. Pero no debemos olvidar que también es cuando más necesitamos movernos, experimentar y sentir, interactuando con el entorno. ¿Y si pudiéramos aprovechar la flexibilidad del cerebro y potenciarla con el movimiento para lograr un aprendizaje más eficaz e intenso?
En nuestras visitas culturales el movimiento es una constante, pues va implícito en nuestro objetivo de conseguir la participación permanente de los alumnos: levantarse, imitar posturas, señalar objetos escondidos …
Existen algunas actividades (como la de La Música 1) en las que tratamos de dar un paso más allá añadiendo coreografías o la interpretación con instrumentos. Y es un hecho que todos constatamos: el movimiento facilita a la curiosidad, la atención y la consecución de un aprendizaje óptimo y a largo plazo. Como afirma la neurofisióloga Carla Hannaford en su libro Smart moves: why learning is not in your head: “El movimiento ancla el pensamiento”.
“El movimiento ancla el pensamiento”.
Carla Hannaford