El modelo de educación en el que se prioriza la memorización, la intervención exclusiva del profesor sin apenas participación del alumno y sin la oportunidad de desarrollar un pensamiento crítico, debería haber quedado en el pasado. No es que el profesor no deba impartir clase ni que memorizar sea malo en sí. Todo lo contrario. Sin embargo, todavía es excesivamente frecuente encontrar una pedagogía obsoleta que, como afirma Ken Robinson, mata la creatividad.
“El profesor ya no tiene valor como transmisor de información. Ahora lo que tiene que hacer es diseñar nuevas experiencias de aprendizaje”
Chema Lázaro
Tal vez sea exagerado Chema Lázaro, creador del blog Pizarras abiertas, en la primera parte de su afirmación. Pero hay que quedarse con la idea de huir de aquella pedagogía trasnochada y buscar que el profesor se adapte al alumno de hoy.
Un antídoto contra la pedagogía venenosa: la neurociencia.
Sin embargo, el profesor no está solo en esta búsqueda. La neurociencia proyecta valiosa información sobre el comportamiento del cerebro en el aprendizaje, facilitando la tarea de adaptación a los alumnos. Una de las principales ideas que esta ciencia nos trasmite es que el humano es un ser tremendamente emocional y que las emociones juegan un papel importantísimo en la adquisición de conocimientos.
Es evidente que en el profesorado hay un movimiento creciente con la convicción de que la clase magistral sin la participación del alumnado tiene escasa cabida en el modelo pedagógico actual. En esta línea, son muy actuales propuestas tan sugerentes como la flipped classroom, el trabajo cooperativo, el aprendizaje por proyectos o por unidades de indagación, etc. Su día a día demuestra que las alternativas para centrar el sistema no sólo en enseñar, sino en que el alumno aprenda son variadas.
A estas alturas, no hay que insistir en que es más eficaz el estudio para aprender que para aprobar un examen. La neurociencia da una explicación científica: cuando se estudia para un examen, se crean circuitos neuronales débiles que desaparecerán en cuanto dejen de tener sentido para el cerebro (se ha pasado el examen). Cuando el estudio lo provoca un deseo de aprender, el placer y la emoción de saber generarán conexiones neuronales fuertes que permanecerán en el tiempo porque para el cerebro tienen sentido.
La toxicidad en pedagogía y otras formas de deseducación:
Noam Chomsky y Donaldo Macedo en su libro La (des)educación, que constituye una crítica feroz al sistema educativo que ellos mismos sufrieron, comentan: “No debemos hablar a, sino hablar con. Eso es ya instintivo en los buenos maestros. Los estudiantes no aprenden por una mera transferencia de conocimientos. El aprendizaje verdadero, tiene que ver con descubrir la verdad, no con la imposición de una verdad oficial”. Y esto abre el espacio al pensamiento crítico.
María Acaso, profesora de Educación Artística en la Universidad Complutense de Madrid acuñó el término de pedagogía bulímica para describir aquella que consiste en aprender de memoria una lección para “vomitarla” en un examen y, nada más terminarlo, olvidarlo todo.
Consecuencias de una metodología obsoleta:
La forma de enseñar de la vieja escuela muchas veces provoca en el alumno la disminución considerable de su capacidad creativa y de su curiosidad. Esto tendrá consecuencias nefastas en su interés por aprender.
Otro de los problemas de la pedagogía obsoleta son sus métodos de evaluación. Cuando el examen es el único método de evaluación se desaprovecha un sistema de aprendizaje más natural: el alumno ya no estudia para aprender sino para aprobar. Y, por si hubiera que enfatizar más esta afirmación, el examen fomentará la competitividad frente a la cooperación entre los alumnos.
Según Peter Senge, profesor del MIT y fundador de la Society for Organizational Learning: “El aprendizaje en el colegio se centra en evitar cometer errores”. Y esto tiene unas consecuencias nefastas para el aprendizaje porque “los niños dejan de ser curiosos (…) y, como consecuencia, también dejan de ser creativos”, concluye Senge.
Cuando no se enseña a los alumnos a pensar, a llegar a conclusiones o a cuestionarse los porqués, sino solamente a asumir “lo que hay” y “lo establecido” se impide que desarrollen el pensamiento crítico.
Algunos estudiosos hablan de la pedagogía tóxica. En palabras de Borja Quicios, psicólogo educativo, en este sistema de evaluación únicamente mediante el examen la imaginación no tiene espacio.
En uno de sus artículos para la revista Guía Infantil, afirmaba: “Desde este modelo el éxito escolar significa sacar buenas notas y quienes lo hacen son los que se adaptan, repiten los patrones establecidos y no se arriesgan a innovar para no cometer errores. En el futuro no sabrán buscar soluciones propias ya que solo han aprendido a hacer las cosas como les dicen, de una única manera y sin pensar diferente”. Y parece obvio que la sociedad en donde los escolares de hoy tendrán que desenvolverse mañana, va por otro camino.