En artículos anteriores, hemos hablado sobre la capacidad de los niños de retener información. Como mencionábamos en este artículo, dicha capacidad es limitada y, de no tenerla en consideración, puede producir bloqueo y estrés en el aprendizaje.
¿Por qué aparece el estrés y cómo afecta?
Marita Castro, neuropsicoeducadora y Directora General de la Asociación Educar, lo explica de la siguiente manera:
“El estrés es una respuesta normal ante situaciones que exigen una demanda especial del organismo ante ciertos estímulos del medio ambiente. Sin embargo, si está presente durante el aprendizaje en el aula, dicho proceso se ve afectado. Los científicos sabían desde hace bastante tiempo que el estrés a largo plazo perjudica el aprendizaje y la memoria, pero en la actualidad nuevas investigaciones muestran que incluso a corto plazo afecta las habilidades cognitivas.”
Marita Castro
En otras palabras: el estrés excesivo provoca dificultades en el aprendizaje o la incapacidad de memorizar. En las situaciones más extremas, el cerebro actúa en “modo supervivencia”, repeliendo todo aquello que ha motivado la situación de estrés (por ejemplo, el exceso de información).
¿Se puede encontrar la motivación para aprender en el miedo?
David Bueno, doctor en Biología y profesor de Genética en la Universidad de Barcelona, explica que con el miedo –no excesivo- a suspender o a un castigo es posible aprender. Sin embargo, no da buenos resultados ya que “el cerebro asocia con mucha facilidad el aprendizaje con el miedo” y esto conlleva a una reducción drásticamente del interés por aprender.
¿Qué se puede hacer para evitar el estrés en las aulas?
El papel del educador es clave en estas situaciones. Tanto él como las familias podrán detectar una situación de estrés exagerado que esté afectando a uno o varios de sus alumnos.
Para evitar o contrarrestar esta situación, habría que recurrir a las emociones positivas que sí ayudan y motivan el aprendizaje. Que el error se vea como una oportunidad de aprender y no un motivo de frustración o fracaso, confiar en los compañeros y en el profesor o aprender a través de la alegría son algunas de las características de un ambiente sano para la educación.
Según escuelaconcerebro, está demostrado que realizar ejercicios de relajación antes de un examen, escribir sobre los sentimientos o el ejercicio aeróbico previo a las evaluaciones ayuda a liberar el bloqueo mental al que pudieran estar sometidos los alumnos por causa del estrés.
Y por supuesto, la actividad física es buena en sí misma para mejorar la concentración, retener la información y para manejar bien situaciones de bloqueo en el aprendizaje. Si el estrés es el enemigo de la educación, el movimiento es el gran aliado. Existen investigaciones realizadas con adolescentes que avalan que realizar 15 minutos de ejercicio fuera del aula antes de alguna prueba en que se requiera memoria, mejora los resultados de los alumnos con respecto a los que han permanecido sentados en el aula.
Conclusiones
En definitiva, el estrés puede provocar una merma considerable en el aprendizaje y es función del maestro evitar su presencia o, al menos, procurar su desaparición.
La buena relación con los compañeros, la sensación de que los profesores escuchan cuando se acude a ellos, que el alumno se sienta el protagonista de su propio aprendizaje y el ejercicio físico, son potentes herramientas para evitar la aparición de estrés, el bloqueo cerebral y la ansiedad que son enemigos del aprendizaje. Un alumno feliz es un alumno más capacitado para aprender y, ¿para qué si no va al cole?