Una visita cultural no es sinónimo de excursión. Siendo ambas igualmente buenas y necesarias, la diferencia de objetivos de cada una obliga a una planificación antagónica. En uno de los casos, la búsqueda de la diversión recae casi exclusivamente en la autonomía del alumno. Sin embargo, en una salida de contenido cultural, la autonomía difícilmente es suficiente para aunar el conocimiento con el entretenimiento.
Para eso están los expertos que trabajan en proporcionar ambos elementos imprescindibles para el éxito de la visita cultural. Y sólo así se logra que el resultado, más allá del aprendizaje, sea que el alumno asocie el espacio cultural (donde aprendo) con el entretenimiento (donde me divierto).
De la extensa lista de beneficios que conlleva una visita cultural bien planteada en este post vamos a señalar algunos:
- Establece conexiones entre las asignaturas. El aprendizaje transversal que surge al conectar distintas disciplinas o asignaturas. Es lo que las dota de sentido, las integra en el conocimiento, lo enriquece y constituye una oportunidad para establecer nexos entre varias áreas del aprendizaje.
- Favorece el pensamiento crítico. En la contemplación de las obras de arte se reconocen los gustos propios. Se aceptan o rechazan los valores y costumbres de diferentes autores, sociedades y momentos históricos.
- Potencia el deseo de aprender. Las expectativas que se generan al entusiasmar al alumno cuando se acerca a lo desconocido son la puerta de la curiosidad. Dicha curiosidad es la antesala del conocimiento, donde nacerán los deseos de saber. La neurociencia afirma que la exposición a experiencias nuevas, que les aparta de lo cotidiano y rompe la rutina, favorece el aprendizaje.
- Refuerza la autoconfianza percibida. Cuando la visita cultural está elaborada y adaptada para una edad concreta, hace consciente al alumno de su propio conocimiento, aumenta su autoconfianza, su autoestima, su motivación y la satisfacción con su propio aprendizaje.
- Relaciona la cultura con entretenimiento. Las experiencias agradables facilitan la segregación de dopamina que hacen que surja en la persona el deseo de repetirlas. Se establece así una asociación entretenimiento-museo.
- Fomenta la creatividad. Así como un museo es un lugar depositario de la inspiración de otros, cumple también la misión de despertar nuestra creatividad a partir de descubrir con nuestros ojos lo que el artista vio con los suyos. La creatividad no es sino una forma de imitación con dosis de inspiración para generar algo nuevo.
- Es un catalizador de la empatía: el arte como transmisor de sentimientos, activa el centro emocional del cerebro. Entender el mensaje que el artista quiso transmitir y descubrir que las mismas obras provocan sentimientos distintos en sus compañeros, impulsan al alumno hacia la empatía y a la aceptación de la diversidad.
- Enseña a mirar. Buscar lo escondido mediante una observación pausada y atenta -tan poco practicada en estos tiempos de Instagram– conduce a descubrir lo que a simple vista el ojo no ve. Concentrar la mirada en busca de lo poco evidente, de lo no obvio, conduce a la apreciación del detalle, de una dimensión diferente de la obra. Enseña a aprender a ver.